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domingo, 29 de marzo de 2015

Mordida dos: Un pasado unido ( SD )

Había pasado un día desde que Rebeca llegó pidiendo su ayuda, contándole algunas cosas y detalles que desconocía e ignoraba de Dominik. Después de haberse enterado de toda la situación, había aceptado ayudarla y aquí estaba él, pensando cómo demonios iniciaría aquella búsqueda y más cuando no tenía ni la más mínima idea de donde iniciar a buscarlo, sin contar que ella ya había estado en los lugares que frecuentaba.

Jodido Roch, ¿Dónde carajos estas?

Se pasó las manos por su cabello castaño, despeinándolo y dando varios suspiros a la vez. Estaba en su despacho y empezaba a sentirse con un leve dolor de cabeza, aunque eso fuera imposible, a veces tenía esa ligera sensación. Se levantó de la silla en la que estaba y camino unos cuantos pasos hasta llegara a uno de los estantes que tenía.

No sabía ni por dónde empezar.

Había estado con Dominik por más de cien años, pero jamás habían tenido una plática normal. Siempre había sido follar, para después volver hacerlo. Como se esperaba Rebeca que pudiera encontrarlo.

Era imposible.

Dio un golpe en uno de los libreros, se sentía frustrado, muy frustrado y cabreado, demasiado para un solo día.

Iba a dar otro golpe cuando la puerta se abrió, dejando a la vista a la hermana del jodido Roch.

Si, jodido y mil veces jodido.

─ ¿Por qué tan enojado Stefanos?

Y todavía lo preguntas, pensó para sí mismo.

─ ¿Debo responder esa pregunta o puedo fingir que ya sabes la respuesta?

Una risa salió de la hermosa mujer.

─ Si te pones así, pareciera que de verdad te estas tomando enserio esto de la desaparición de mi imbécil hermano. ─ se sentó en uno de los muebles, aun trayendo aquella sonrisa en su rostro. ─ Podría decir que hasta te ves como el buen amante que va a rescatar a su amado.

Lo estaba cabreando más.

Con una sonrisa fingida en sus labios, le respondió.

─ Te recuerdo que solo te estoy ayudando y si deseo puedo mandarte a la mierda con tu hermano, querida.

Otra risa estalló.

─ Ay Stefanos, tu sentido del humor siempre fue una mierda. Pero descuida, ya me calmare, solo venía a decirte que deseo ir a un lugar que no he ido, pero para ello necesito tu ayuda. Me temo que no puedo ir sola.

Otro favor, pensó.

─ ¿Y eso es porque? No me digas que te da miedo.

Solo vio como la pelinegra ponía sus ojos en blanco.

─ Por supuesto que no idiota. Es solo que si Dominik está ahí, no será fácil. Es complicado, te darás cuenta cuando estemos ahí.  

Al carajo su vida tranquila que había planeado.

─ Bien, ¿pero exactamente a dónde iríamos?

La duda le estaba intrigando.

─ Mmm, no me gusta decir las cosas, pero supongo que si no te digo me mandarás al coño.

La mujer se incorporó, paseándose por uno de los libreros y cogiendo un libro de ellos, se acercó un poco a Stefanos.

─ ¿Alguna vez has oído sobre nuestro padre?

Lentamente negó con la cabeza.

─ Supuse que no lo sabías, digamos que más que un padre es un maldito. No estoy feliz al saber que soy parte de él y Domink menos, créeme.─ abrió el libro, poniéndolo sobre el escritorio y dejando un mapa a la vista del castaño.

Se fijó en el mapa, se trataba de Transilvania, la ciudad de los vampiros.

 ─ ¿Transilvania? ¿De verdad esa es la sede?

Se estaba emocionando con aquello.

─ ¿Sede? No Stefanos, te estás equivocando. Aquella maldita ciudad es solo un pedazo de lo que puede ser el infierno.

─ ¿Infierno?─ pregunto ya no tan convencido de su emoción.

─ A veces los vampiros podemos ser unos imbéciles como mi hermano y yo, pero hay otros que nunca deberían de haber despertado, como nuestro padre.

Era tanta información.

─ ¿Me estás diciendo que todo este tiempo he sido engañado?

La vio suspirar. Aquello le decía todo.

─ Le dije a Dominik que te dijera, pero él pensó que era mejor que no supieras mucho sobre el asunto, después de todo tú y él estaban en una especie de relación y él quería protegerte. ¿Ahora me entiendes cuando te digo que mi hermano te quiere?

Se desplomo en uno de los sillones que tenía, en este momento un buen trago le era necesario.

─ Dímelo todo Rebeca, necesito saber.

La miró, quería y necesitaba saber todo.

─ Está bien, te lo diré.

La pelinegra se sentó a un lado suyo.

─ Yo vivía con mi madre en Inglaterra, nunca nos faltó nada, aunque tampoco teníamos tanto como aquella época lo recalcaba. Podría decirse que éramos clase media baja, todo lo que nos ganábamos era por nuestro trabajo.

─ ¿Quiere decir que eras humana?

─ Por supuesto, yo fui humana y una muy feliz, hasta que lo conocí.

─ ¿Conociste?

─ A mi padre.─ hizo una leve pausa antes de seguir.─ Mi madre era una mujer muy hermosa y a pesar de su situación económica, había muchos que la cortejaban, pero ella siempre los rechazaba. Nunca la entendía, hasta que una noche llegó mi supuesto padre, un padre que no había conocido en mis 17 años.

─ No entiendo, ¿cómo esto tiene relación?

─ Todo tiene relación, pero antes de decirte lo demás debes de saber el principio.

─ Por favor prosigue.

Le rogaría si eso le haría que ella no se callara lo demás.

No fue necesario, Rebeca continuó.

─ Esa misma noche pude notar por primera vez como mi madre de verdad se interesaba en un hombre. Se veía completamente diferente, se notaba como estaba enamorada de él. Estaba feliz por ella, pero yo nunca me sentí feliz al saber que mi padre había aparecido.

Un suspiro, aquello debería de ser difícil para Rebeca.

─ Cenamos los tres y en toda la cena me sentía incomoda. Podía sentir como la mirada de mi padre me penetraba, me hacía sentir tan miedosa y desprotegida. Una vez que se acabó aquella reunión, me disculpe con ambos y les dije que tenía sueño. Aun cuando subía las escaleras para las habitaciones, pude sentir su mirada en mí. Me dormí una vez que llegue a mi habitación y no supe que hora era cuando todo cambio tan drásticamente. Me despertó un ruido, inmediatamente me incorpore, el ruido venía de abajo. Tomé una de mis batas y salí, baje las escaleras lo más silenciosa que podía hacer.

Sus labios temblaban y sus manos estaban hechas puños.

─ Mi madre estaba siendo violada y mi padre estaba ahí, dejando que le hicieran todo eso. Quería gritar y ayudarle, pero mis pies no caminaban, solo observe como la violaban hasta que él se paró. Los quitó y fue ahí cuando no pude más, la estaba mordiendo. Lance un leve grito, lo suficiente para ver como paraba y mi madre era tirada en el suelo. El me miró y supe ahí que tenía que moverme, corrí hacía mi habitación, pero justo cuando la iba a cerrar el entró.

Se levantó del sillón, dirigiéndose hacia la ventana.

Sabía lo que ella le estaba contando y sabía como había acabado aquello.

─ Me violo y después de ello se encargó de que fuera su puta de él. ¿Hermoso padre el que tengo no?

Rebeca había sido sincera con él y agradecía aquello, pero aun no entendía del todo.

─ Después de aquello, me llevó con él. Mi madre murió aquella noche, los demás bastardos se encargaron de dejarla sin nada de sangre. A pesar de que me había violado, no me convirtió. Llegamos a Transilvania y una vez ahí pude saber que él era el padre de todos, tanto Dominik como yo y otros, somos hermanos. Nuestro padre se encargaba de enamorar a sus presas y después de ello las embarazaba y una vez que eso ocurría se iba, dejando pasar los años hasta que de nuevo regresaba a reclamar sus hijos.

─ Lo siento mucho Rebeca.

La pobre mujer debió de haber sufrido tanto y Stefanos se compadecía de ella.

─ Descuida, ya te dije que mi historia es más bonita que la de Dominik y eso me recuerda que aún no te explico todo.

Se volteó, dándole la espalda a la ventana y así fijar su mirada en la del castaño.

─ Pasaron cinco años antes de que conociera a Dominik, para eso ya tenía veintidós y estaba más que entrenada para darle placer a mi padre. Fue una noche como cualquiera, acababa de terminar de servir al “gran señor” cuando lo vi, estaba tan hecho mierda y cuando digo mierda es porque lo estaba, no es ni una milésima al Dominik que conoces Stefanos. Era tan diferente…

─ ¿Diferente?

─ Muy diferente, tanto que sin pensarlo me acerque a él. Su mirada triste y vacía me llamaba, me olvide por completo si era peligroso o no, yo simplemente me acerque y lo abrace.

Dominik…

─ Después de aquello empezamos a hablar más, aunque todo a escondidas, ya que yo era la gran querida de mi padre y se me tenía prohibido hablar con los demás y viceversa. Pero una noche todo cambio, alguien nos vio hablar juntos y se lo dijo a nuestro imbécil padre. Inmediatamente nos separaron, a Dominik se lo llevaron entre varios, puesto que él ya sabía lo que me sucedería. Me iba a convertir en su esposa y después de ello yo sería convertida. Entre jaloneo nos separaron, yo grite su nombre, no deseaba ser la esposa de aquel ser. Pero no se pudo hacer mucho, me encerraron en una habitación en la cual podía escuchar como torturaban a Dominik. Así fue por una semana hasta que llegó el gran día, aquel día cumplía veintitrés años. Me sacaron de donde me había encerrado, ya sabía que mi destino iba a estar sentenciado, me deje llevar, no puse resistencia. Una vez que llegamos al destino, me metieron al cuarto, él ya estaba preparado y de un movimiento me atrajo hacía él, me comenzó a quitar las prendas que traía y yo simplemente cerré los ojos, ya nada me importaba.
Stefanos ahora la entendía y tan perfectamente.

─ Justo cuando me iba a quitar lo último que me quedaba, un ruido me hizo abrir mis ojos, ahí estaba Dominik, lleno de sangre, lastimado, pero ahí estaba. Aparto a nuestro padre de un empujón, jamás había visto a Dominik de esa forma. Sabía que era vampiro, pero nunca había sido así, no hasta aquella noche en la cual peleó y gano, sin embargo, en un descuido mi padre le iba a clavar una espada, sabía que un golpe más y Dominik podría sufrir muy grave, así que sin pensarlo me interpuse entre la espada y mi hermano. La espada me atravesó y antes de caer al suelo, Dominik me agarró. Él me dijo tonta, no debiste de hacer esto, yo solo le dije que estaba feliz de haber sido su hermana. Cerré de poco a poco mis ojos hasta que sentí como me mordía, no duró mucho, puesto que estaba casi desangrada. Lo demás  que recuerdo es que me dio de su sangre y después sentí un dolor inmenso, tanto que la atravesada de espada era como una caricia.

─ ¿Eso quiere decir que él fue quien te convirtió?


─ Así es, desperté dos días después. Ya había dejado de ser humana y a mi lado tenia a Dominik. Después de aquel suceso, nos fuimos de ahí. El jodido padre que tenemos nos dejó ir como si nada, aunque ni Dominik ni yo le creímos y menos cuando descubrí por mi cuenta que Dominik era su hijo heredero.



El mapa que le enseña Rebeca a Stefanos, Transilvania. 

Mordida uno: Una visita inesperada ( SD )

En la actualidad


Ciento ochenta siete años habían pasado desde que Stefanos, había dejado de ser un humano y sin embargo aún no se acostumbraba a ello. Su creador o más bien como él se llamaba: “su amo”. Había desaparecido desde hace más de cien años atrás dejándolo totalmente libre, cosa que no desaprovecho.

Conoció y viajo todo lo que con Dominik se reprimía por pasar la mayor parte del tiempo en la cama, desnudo y complaciendo los deseos del vampiro. Y no es que no le gustara, después de un tiempo se acostumbró a ello y hasta le gustaba.

Pero incluso después de eso, jamás sintió nada por Dominik. Tal vez respeto o inclusive odio, sin embargo nada pasaba de esa línea.

Se había instalado en su casa, aquella a la cual no había regresado hasta ahora. Después de todo el seguía siendo asquerosamente rico. Cambio un poco las cosas, como por ejemplo su nombre. Dejo de ser Stefanos y paso a ser Stefan Grimm; el ultimo descendiente de esa familia. Tenía que mentir si no quería sospechas y más si había regresado al lugar en donde su familia aún era recordada.

La casa aún conservaba los detalles y arreglos que su madre Eloise había puesto en ella; haciendo que fuera elegante, pero sin excesos. En conclusión, la casa era hermosa y acogedora tanto por dentro como por afuera.

Demasiados recuerdos traía esa casa, aunque el termino casa era corto. Ya que en realidad, más bien parecía una mansión.

Si tan solo el fuera humano, probablemente sus descendientes estuvieran ahí. En cambio el silencio de aquella construcción, recalcaba lo que ya era un hecho.

Él no era humano, nunca se casó y por supuesto jamás tendría hijos. Tal y como lo decía en sus papeles totalmente arreglados; era el último de los Grimm.

Agotado de pensar en lo que fue y no será, subió las largas escaleras. Recordándose así mismo el contratar personal para la limpieza, ahora que él había vuelto.
Llego al último escalón y diviso el gran reloj que estaba por marcar la medianoche.

“La hora de los vampiros” pensó.

En su viaje que había hecho, busco a otros de su misma especie. Algunas veces tuvo suerte y otras no. Pero curiosamente descubrió que a pesar de todo, eran un gran número.

Había de todo.

Camino hacia su cuarto; una vez ahí, se instaló y se fijó de los cambios que haría. El principal sería quitar las ventanas o por lo menos poner algunas cortinas totalmente oscuras que impidiera el paso de la luz del astro.

No es que él tuviera ganas de cuidarse, pero tampoco deseaba morir aun. Sabía que por muy poco que se expusiera al sol, se quemaría hasta quedar hecho polvo.

Maldito Dominik, hasta la libertad de andar libremente en el día, se la había arrebatado.

Pero, ¿que no le había arrebatado aquel vampiro? Hasta donde se acordaba, su primera vez en muchas cosas, habían pasado por manos de Dominik Roch.

Jodido seas.

Tapo las ventanas, dejando que solo la luz de la habitación le otorgara claridad. Una vez terminado, se dirigió a su cama. Tendría que ver lo del ataúd cuanto antes; no es que le gustara estar ahí todo el tiempo que estaba el sol, pero era eso o no descansar como era.

De nuevo maldijo a Roch.

Se disponía a darse un pequeño baño, cuando el timbre sonó. Haciendo que se sorprendiera un poco.

No esperaba a nadie y eso era algo misterioso.

En un movimiento rápido, se encontraba ya en la entrada de la casa. Al menos una de las ventajas de ser vampiro, era por supuesto la rapidez. Si no, se hubiera llevado cinco minutos hasta ahí.

Con un poco de precaución, abrió la puerta y su sorpresa fue aún mayor cuando la persona del otro lado era nada más que Rebeca.

− Rebeca…

− Hola niño bonito, ¿puedo pasar o me dejaras aquí? – preguntó la pelinegra, mientras que en su rostro se mostraba la típica sonrisa que le echaba siempre al verlo.

− Adelante.

La mujer no espero a que él le volviera a dar el paso, se apresuró a entrar.

− Vaya, sí que eres asquerosamente rico.

Como odiaba el sarcasmo de Rebeca.

− Dime a que viniste, dudo que sea para ver lo cual “rico” soy. – le respondió con un tono sarcástico.

− Jamás cambiaras, me temo que Dominik le falto mano dura contigo. – Rebeca se acomodó en uno de los sillones, mientras le respondía. – En fin, no vengo a eso. Quiero tu ayuda Stefanos.

Si esa era una broma por parte de ella, era muy buena. La seriedad con la cual le estaba pidiendo esa ayuda era algo que en su vida pensó ver a Rebeca hacer y menos a él.

− Ok, ¿en dónde está la broma? Y por cierto, ¿dónde está él? ¿No se supone que son uña y mugre?

No se dio cuenta en que momento la pelinegra estaba encima de él, agarrándolo por el cuello; mostrando el peligro en sus ojos. Al parecer no era broma.

Maldición.

− Cálmate Rebeca o no te voy a ayudar. – contestó aun con las manos de ella en su cuello, haciendo presión.

La mujer soltó un gruñido y se alejó de él.

− Tienes suerte de que no te haya matado ahorita mismo, imbécil.
Stefanos, se acomodó la camisa que había arrugado la vampira. Y le observo; vestía casual, algo que ella no hacía. Por lo general siempre traía ropa llamativa y la cual mostraba sus atributos. Sobre todo su cabello, jamás lo llevaba amarrado.

Algo raro pasaba y supuso que lo que ella le pediría no le iba a gustar.

− ¿A qué venias Rebeca?

La vio más tranquila, recuperando un poco su sentido del humor de ella. Pero no estaba del todo como solía ser; algo le preocupaba, se veía más cansada e inclusive un poco más grande.

− Necesito tu ayuda Stefanos. Necesito que me ayudes a encontrarlo.

Suspiro, al fin que podía tener tranquilidad y vivir un poco a su gusto. Se topaba con Rebeca y le echaba la noticia de que necesitaba su ayuda.

− Por favor, ayúdame.

Si no fuera porque la vio tan frágil e insegura, jamás le hubiera contestado lo que le diría.

− Muy bien, te ayudare. Pero primero me tienes que contar todo lo que me he perdido en este tiempo que no supe nada de ustedes.

La vio más tranquila y él se maldijo así mismo.

− Claro, aunque si te soy sincera, solo se poco. Desde que te dejamos, Dominik se comportó distinto. Acudía a reuniones, a las cuales yo no podía ir. Comenzó a ocultarme cosas. – volteo su rostro, perdiéndose un poco en sus pensamientos. –Si yo hubiera adivinado lo que pasaría, jamás lo dejaría solo aquel día.

Antes de que Stefanos respondiera, ella continúo.

− Ese día me mando a hacer unos pedidos, desde que te había vuelto su compañero, Dominik no volvió a beber sangre de otro humano. –Volteo, ahora mirándolo fijamente. 

− Y por si no lo sabes, él te quiere. Tal vez se comportó como un maldito bastardo, pero todo lo que hacía era para demostrarte su cariño.

− No sé si sepas que clase de cosas me hacia Roch, Rebeca. Pero dudo que él me quisiera.

− Supuse que con el tiempo que estuviste con él, te darías cuenta. Dominik es así, por las inimaginables veces en las cuales ha perdido a las personas que le importan. Además, su pasado no es muy bueno. Inclusive el mío, es a comparación del de él, muy bello.

No sabía que contestarle, ¿sería posible que aquel vampiro hubiera sufrido?

− Tú dices que somos uña y mugre, pero jamás te has preguntado el porqué, ¿o, si?
Por supuesto que se lo había cuestionado, pero jamás le había preguntado.

− En fin, nosotros tenemos esa unión, ya que somos hermanos. Y si quieres saber más, tendrás que esperar. Confórmate con saber eso.

Vaya noticia que le había soltado.

− ¿En que estaba? ah ya recordé. Fui a recoger sus pedidos, no sin antes notar el extraño comportamiento que tenía. Parecía intranquilo e inclusive le dije si no quería que me quedara, obviamente él me dijo que no. Así que me apresure. No tarde ni media hora Stefanos, cuando volví, todo había cambiado. La casa estaba en llamas. Entre como pude, lo busque o al menos un cuerpo, pero o había nada. Dominik se había ido y yo no sabía a donde.

Stefanos la vio desmoronarse. Al parecer Rebeca, de verdad tenía esa unión de hermanos con Roch.

Le tendió un pañuelo, ella lo acepto y se empezó a tranquilizar un poco.

− ¿Has buscado en otros lados que él acudiera Rebeca?

− Claro, pero no hay señal de él. Perece que se lo hubiera tragado la tierra.
Bueno, ya  estaba metido en eso y verla a ella tan sola, le conmovió. Ahora entendía él porque su falta de arreglo y habitual costumbre de molestarlo. Lo necesitaba y estaba desesperada.

− Muy bien Rebeca, te voy ayudar. Pero no es porque le tenga afecto a él. Lo hago más bien por ti y para que le patees el culo en cuanto lo encuentres por dejarte.

Vio como sonreía, al parecer le agradaba la idea.


− Por supuesto, me encargare de darle una buena patada en su culo.



Imagen de la bella Rebeca

domingo, 22 de marzo de 2015

Capítulo 2: Te encontré ( IWY )

Ryan


Ryan se dirigía a su última clase de ese día. El ambiente con los chicos no había sido tan malo, pero lo que no soportaba del todo, era como lo miraban las chicas. Parecía que se lo comerían con la mirada, no disimulaban para nada. Y eso podría traer problemas de acoso hacia él, cosa que no dudaba para nada. Aunque dejando a lado todos esos pequeños problemas a los que se enfrentaría más adelante, había algo que no podía olvidar. El joven de los hermosos ojos grisáceos. Aun no lo había encontrado y ya empezaba a desesperarse, al menos quería saber su nombre o en que clase estaba.

Rayos, en qué momento se había puesto como idiota por un niño.

¿Qué demonios me pasa? se preguntaba. El creía poder controlar sus emociones y ahorita se encontraba todo embelesado por unos ojos grisáceos.

Si serás idiota Ryan. Se decía a sí mismo.

Se disponía a entrar al salón de la clase A. Como era nuevo, tenía que presentarse con los alumnos y explicar su forma de llevar a cabo su asignatura, que no era nada fuera de lo normal.

Entrando al salón pudo escuchar los susurros de los chicos, hablando entre ellos de él. A pesar de que en toda la mañana había estado presentándose, tenía que admitir que le disgustaba el parecer tan sereno. Puesto que el carecía de toda serenidad, pero tenía que comportarse. Al fin y al cabo solo estaría en esa escuela por los tres meses que faltaba para que terminaran los alumnos del último año.

Dejando soltar un leve suspiro, puso sus pertenecías en la mesa y volteo a ver su última clase del día. 

─ Buenas tardes, me llamo Ryan Dust y seré su profesor de tutoría en estos meses que faltan por concluir. – hablaba mientras iba mirando a cada uno, tratando de grabarse sus rostros y así saber quién era cada uno, por si más adelante hubiera algún problema. 

Hasta que se topó con la mirada que tanto había buscado esa mañana.

Ahí estaba, mirándolo tan tranquilo, tan sereno y sin ninguna alegría. Lo había encontrado.


Luke


Luke había pasado su mañana de lo más normal, después de quitarse a Lucy de encima. No es que fuera amargado, pero esa chica sabia como cabrearlo sin necesidad de decir mucho. Tenía que admitirlo, no la soportaba.

Estaba en su última clase del día, “la famosa clase de tutoría”. Como se aburría en esa asignatura, le era tan  fácil y lo fácil no le gustaba. Pero ahorita todos estaban conmocionados, por fin conocerían al famoso profesor del que tanto hablaban en la escuela.

“Como si no esperara más de mis compañeros.” Se decía mentalmente.

Jamás entendería por qué se emocionaban por cosas tan secundarias, en vez de preocuparse por terminar su último año bien. Acá eso pasaba como cosa de último recurso. Lo importante era saber las noticias y andar de salón en salón a contarse los chismes que se pudieran crear.

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el murmullo que había en el salón. Al parecer el nuevo maestro ya estaba por entrar.

Fijo su mirada en la puerta, hasta que entro un hombre joven. Calculo unos 25 años a lo mucho, de porte elegante, hombros anchos, estatura alta. Tenía que admitirlo, Lucy estaba en lo correcto con lo de extremadamente guapo. En vez de ser maestro, parecía un modelo. Imagino que ya debería de traer a todas las mujeres del instituto por la calle de la amargura.

Continuo observándolo hasta que extrañado se dijo así mismo que le parecía conocerlo. 

Hurgo un poco en su mente y ahí estaba la respuesta. Era el tipo que lo hizo detenerse esta mañana por andar corriendo en el pasillo.

Vaya, así que el tipo duro era ni más ni menos que su maestro nuevo. Que pequeño es el mundo, bueno, en este pueblo todo era pequeño. Pero así le gustaba, iba de acuerdo a lo que se disponía.

Escucho como se presentaba ante todos, y le pareció raro que le gustase su voz.

Lo que me faltaba, ahora hasta me gustaba la voz de “don tipo extremadamente guapo y seguidor de reglas.” Se decía mentalmente.

Espera Luke, ¿desde cuándo les dices guapo a otros tíos? No podía creerlo, ¿es que acaso tenía que llamarle la atención el? Seguía peleándose con su mente.

Tanto estrés, le afectaba. Jamás se había puesto como nena viendo si un tipo estaba bueno o no. Esto era el colmo.

Enojado consigo mismo, dejo de mirar al maestro y fijo su vista en la ventana.


Ryan


Ryan, no sabía por qué se había volteado a ver la ventana. Había visto como la serenidad del joven se había esfumado. Estaba tenso y si no se equivocaba, estaba enojado. Pero, ¿por qué estaría enojado? ¿le habría pasado algo? Tenía que averiguarlo.

─ Jóvenes, me gustaría que cada uno me dijera su nombre, así como yo me presente, me encantaría que ustedes hicieran lo mismo. ─ vio en especialmente, como las chicas de la clase empezaban. Cada una mirándolo y sonriéndole. Era claro que estaban coqueteándole.

Cada uno fue presentándose, hasta que llegó el turno de el. Vio cómo se volteaba y se levantaba de su asiento. Aun lo notaba enojado, sin embargo eso no evito que hablara.

─ Luke Julls, 18 años.

Luke, así es como se llamaba. Lo vio sentarse de nuevo, fijándose esta vez en su cuaderno. Ya no escuchaba a los demás estudiantes, solo tenía su mirada puesta en los ojos grisáceos que tanto le atraían.



Les dejo al sensei tan sensual(?) xD
Ryan ¬u¬ 





Prologo ( SD )


Londres 1850


Las luces iluminaban a la gran ciudad de aquella noche, y aunque estuviera iluminada; casi no había gente afuera, dejando a la vista solo un carruaje muy elegante que pasaba por ahí.

Stefanos Grimm, duque y heredero a la gran capital que poseía la familia. El ser el único hijo de Karl y Eloise Grimm, tenía por decreto ser dueño de esto y más. Se encontraba dando su casual paseo por aquellas calles de Londres, esto lo hacía desde el día en que sus padres habían fallecido en ese misterioso accidente.

A partir de ahí, él había tomado el mando y por supuesto, muchas personas querían verlo igual muerto que sus padres. Sus pensamientos fueron interrumpidos por el leve zarandeo que dio el carruaje.

− Joel, ¿qué ha sido eso?

Pasaron unos minutos y el cochero seguía sin contestar.

− ¿Joel? – nada, ni una respuesta.

Stefanos comenzaba a sentir un mal presentimiento, el carruaje tomaba un rumbo distinto y Joel no había respondido a su llamado. Tratando de guardar la calma, empezó a idear diferentes formas de salir de ahí.

−Yo que tu no lo haría, niño bonito.

Buscando de donde provenía la voz, se topó con una hermosa mujer la cual traía un vestido que dejaba un escote a la imaginación; lo observaba, viendo cada detalle de él.

− ¿Quién eres? – contestó, observándola.

− Digamos, que solo soy alguien que te llevara a tu destino. – sonrío, mostrando unos ligeros colmillos sobresaliéndole.

Sorprendido ante lo que veía, decidió no decir más.

Pasado unos cuantos minutos, llegaron a su destino. Se dio cuenta que estaban a las afueras de la ciudad. Muy lejos de pedir ayuda alguna.

Entraron a un edificio, la mujer lo guiaba por los ligeros pasillos iluminados; haciendo que el lugar tuviera un aire misterioso.

Se detuvieron ante una puerta.

− Hasta aquí llego contigo niño bonito. De verdad que espero ver tu despertar.

Dicho esto, la mujer se fue con su sonrisa aun en el rostro pálido.

Desconcertado, toco la puerta.

− Adelante.

Entro con un ligero nerviosismo. Encontrándose solo, lo cual le sorprendió.

− ¿Me buscabas?

Sobresaltándose, choco con un hombre de tez blanca y ojos negros.

− Yo…   

No termino de hablar, puesto que aquel desconocido tenía su boca encima de la de él; besándolo con una pasión que él jamás había experimentado.

Sintió como aquel hombre lo iba tocando, acercando su cuerpo aún más a el de él.

Con una sonrisa en sus labios, el desconocido dejó de besarlo.

− Perfecto, estas más que listo.

Stefanos, aun con el calor de aquel beso; toma un poco de aire antes de hablar.

− Me puedes decir, ¿qué fue eso y quien coño eres tú?

− Vaya, ¿esa es la forma de hablarle a tu futuro amo? Me temo que tendré que educarte más. – sin dejar de sonreír, se sentó en una de las sillas de aquella habitación.

− Me llamo Dominik Roch y por supuesto que no tienes idea de quién soy. Pero eso se puede arreglar. – se fijó en como la mirara de aquel hombre tomó una forma provocativa, pasando su lengua por los labios rojos que tenía.

− ¿Amo? De que estas hablando. – nervioso, ante lo que vaya a responder el contrario, lentamente va caminando hacia atrás, hasta topar con la puerta.

Sin tiempo de que Stefanos pudiera escapar, Dominik lo toma; arrojándolo a la cama para que con un solo movimiento las manos del humano se encontrarán amarradas al ras de uno de los barrotes de la cama. Dejándolo a su total merced.
Stefanos aún estaba confundido, de pasar casi a escapar. Estaba ahora amarrado, quedando tan sumiso para ese hombre que se hacía llamar su amo.

Levanto su vista al desconocido de ojos negros, viendo como lentamente se acercaba a él. 
Por primera vez, tenía miedo a lo desconocido. Sabía que nada bueno había ahí, temiendo lo peor.

−Vaya, si hubiera sabido que amarrándote te dejarías. Nos hubiéramos ahorrado demasiado tiempo.

Llego hasta donde se encontraba él, subiendo a la cama para quedar justamente arriba de él.

− Dime, Stefanos. ¿Alguna vez te han tocado aquí? – con un ligero movimiento, su mano llego hasta la entrepierna del humano.

Sobresaltándose por la intrusión de aquella mano en su intimidad, comenzó a forcejear. 

Jamás lo habían tocado y mucho menos un hombre, si es que era eso Dominik.

− Tranquilo, déjate llevar. Prometo ser amable. – le susurró en su oído, mientras que con sus manos buscaba quitarle el pantalón.

Dominik sabía que esa sería la primera vez del castaño y eso le provocaba unas enormes ganas de devorarlo. Stefanos era su tipo; con rasgos delicados, ojos cafés, piel suave y un cuerpo que aguantaría toda la clase de cosas que tenía planeado para él. En conclusión, el amante perfecto.

Lo convertiría, normalmente el solo tenía sexo con sus víctimas y después de ello tomaba su sangre hasta dejarlas muertas. Pero, llevaba tiempo solo y al momento que lo había visto por primera vez; supo que tenía que ser suyo por completo.

Le quito la ropa de una forma rápida, la cual ocasiono que se rompieran algunas prendas. Cosa que no le importo, total. El castaño se la pasaría satisfaciéndolo y entre menos ropa que le cubriera, mejor para él.

Dejándolo desnudo, observo con detalle su cuerpo perfecto. Observando que su miembro ya estaba totalmente listo y preparado.

−Excelente. − se dijo a sí mismo.

Stefanos, estaba con la vergüenza y orgullo por los pies. Iba a ser violado por un vampiro, el cual apenas tenía como quince minutos que conocía. Pero lo peor era que su cuerpo reaccionaba ante lo que le hacia él.

Sintió como esas manos frías, iban tocándolo. Arrebatándole gemidos leves. Dios mío, estaba comenzando a sentirse excitado por aquel desconocido. Sin poder seguir pensando, aquel hombre había tomado su libido para introducirlo a su boca.

Dominik, reía por dentro; notaba cada reacción del contrario y eso lo ponía aún más deseoso. Con el miembro del castaño en su boca, comenzó a pasar su lengua, y con uno de sus dedos; lo introdujo en el pequeño agujero de atrás. Haciendo que comenzara a gemir.

Retiro su boca de aquella parte intima del menor, posicionando las piernas de este en su hombro. Cuanto placer le daría, antes de otorgarle la inmortalidad.

El castaño sabía lo que vendría, estuvo a un paso de correrse en la boca de aquel vampiro. Ni siquiera se había percatado de aquellos dedos que introdujo en él. Cosa que lo volvió loco.

Se fijó como sus piernas iban a dar a los hombros del contrario, haciendo que estuviera aún más abierto y por supuesto dejándole una hermosa vista de todo lo que alguna vez había guardado para su futura esposa; cosa que jamás ocurriría.

El vampiro se quitó los estorbosos pantalones que traía puestos, dejando al descubierto un miembro listo para continuar con lo que se disponía. Sin dejar de perder el tiempo, lo embistió.

Una embestida, dos y así hasta hacer que aquel humano se corriera. Sin embargo aún no terminaba. Siguió embistiéndolo, esta vez lo hizo mucho más rápido. Sabía que lo dejaría adolorido, pero el sexo amable no era su tipo.

Sacando los colmillos por el gran deseo que ya se le avecinaba, inclino su cabeza en busca del cuello y así probar su sangre.

Stefanos sintió un dolor que en seguida fue remplazado por el placer. A pesar de que se estaba alimentando de él, le producía un enorme grado de deseo; cosa que el vampiro se dio cuenta, ya que lo embistió aún más.

Sin embargo, comenzaba a ver borroso.

Así sería su final, violado, desangrado y sirviendo de alimento para él.

Cerró sus ojos, dispuesto a morir y encontrarse con su familia muy próximamente.

Dominik paro justo en el momento exacto, ya notaba que el castaño casi no respiraba. Si continuaba lo mataría y eso no era parte del plan.

Mordió una de sus muñecas e inmediatamente broto sangre de ellas. Condujo esta hasta la boca del menor.

− Bebe. – le ordenó.

Stefanos sin saber cómo; obedeció y bebió de aquella sangre.

Pasado unos segundo, el vampiro retiro su muñeca. Aun tenia cerrado sus ojos el castaño. Sabía que en este momento el pasaba por la transición. Aquella con la cual le diría adiós a su humanidad.

Retiro su miembro y cogió sus pantalones. Una vez puestos, retiro los amarres de las manos del joven y se dispuso a salir de la habitación.

Dejándolo solo y completamente desnudo. Su trabajo estaba hecho, solo era cuestión de esperar su despertar.

Stefanos, quería gritar. Sin embargo de su boca no salía nada. El dolor que estaba pasando era un infierno; preferiría morir que estar sintiendo como su cuerpo comenzaba a hormiguear y con ello a arder.

No supo en qué momento se dejó llevar por el dolor, lo que si sabía es que cuando despertase, sería un vampiro; uno igual al que le arrebato todo su futuro y vida…





Aproximado de como me imagino que es Stefanos uvu