Había pasado un día desde que Rebeca llegó
pidiendo su ayuda, contándole algunas cosas y detalles que desconocía e
ignoraba de Dominik. Después de haberse enterado de toda la situación, había
aceptado ayudarla y aquí estaba él, pensando cómo demonios iniciaría aquella
búsqueda y más cuando no tenía ni la más mínima idea de donde iniciar a
buscarlo, sin contar que ella ya había estado en los lugares que frecuentaba.
Jodido Roch, ¿Dónde carajos estas?
Se pasó las manos por su cabello castaño,
despeinándolo y dando varios suspiros a la vez. Estaba en su despacho y
empezaba a sentirse con un leve dolor de cabeza, aunque eso fuera imposible, a
veces tenía esa ligera sensación. Se levantó de la silla en la que estaba y
camino unos cuantos pasos hasta llegara a uno de los estantes que tenía.
No sabía ni por dónde empezar.
Había estado con Dominik por más de cien años,
pero jamás habían tenido una plática normal. Siempre había sido follar, para
después volver hacerlo. Como se esperaba Rebeca que pudiera encontrarlo.
Era imposible.
Dio un golpe en uno de los libreros, se sentía
frustrado, muy frustrado y cabreado, demasiado para un solo día.
Iba a dar otro golpe cuando la puerta se abrió,
dejando a la vista a la hermana del jodido Roch.
Si, jodido y mil veces jodido.
─ ¿Por qué tan enojado Stefanos?
Y todavía lo preguntas, pensó para sí mismo.
─ ¿Debo responder esa pregunta o puedo fingir que
ya sabes la respuesta?
Una risa salió de la hermosa mujer.
─ Si te pones así, pareciera que de verdad te
estas tomando enserio esto de la desaparición de mi imbécil hermano. ─ se sentó
en uno de los muebles, aun trayendo aquella sonrisa en su rostro. ─ Podría
decir que hasta te ves como el buen amante que va a rescatar a su amado.
Lo estaba cabreando más.
Con una sonrisa fingida en sus labios, le
respondió.
─ Te recuerdo que solo te estoy ayudando y si
deseo puedo mandarte a la mierda con tu hermano, querida.
Otra risa estalló.
─ Ay Stefanos, tu sentido del humor siempre fue
una mierda. Pero descuida, ya me calmare, solo venía a decirte que deseo ir a
un lugar que no he ido, pero para ello necesito tu ayuda. Me temo que no puedo
ir sola.
Otro favor, pensó.
─ ¿Y eso es porque? No me digas que te da miedo.
Solo vio como la pelinegra ponía sus ojos en
blanco.
─ Por supuesto que no idiota. Es solo que si
Dominik está ahí, no será fácil. Es complicado, te darás cuenta cuando estemos
ahí.
Al carajo su vida tranquila que había planeado.
─ Bien, ¿pero exactamente a dónde iríamos?
La duda le estaba intrigando.
─ Mmm, no me gusta decir las cosas, pero supongo
que si no te digo me mandarás al coño.
La mujer se incorporó, paseándose por uno de los
libreros y cogiendo un libro de ellos, se acercó un poco a Stefanos.
─ ¿Alguna vez has oído sobre nuestro padre?
Lentamente negó con la cabeza.
─ Supuse que no lo sabías, digamos que más que un
padre es un maldito. No estoy feliz al saber que soy parte de él y Domink
menos, créeme.─ abrió el libro, poniéndolo sobre el escritorio y dejando un
mapa a la vista del castaño.
Se fijó en el mapa, se trataba de Transilvania,
la ciudad de los vampiros.
─ ¿Transilvania?
¿De verdad esa es la sede?
Se estaba emocionando con aquello.
─ ¿Sede? No Stefanos, te estás equivocando.
Aquella maldita ciudad es solo un pedazo de lo que puede ser el infierno.
─ ¿Infierno?─ pregunto ya no tan convencido de su
emoción.
─ A veces los vampiros podemos ser unos imbéciles
como mi hermano y yo, pero hay otros que nunca deberían de haber despertado,
como nuestro padre.
Era tanta información.
─ ¿Me estás diciendo que todo este tiempo he sido
engañado?
La vio suspirar. Aquello le decía todo.
─ Le dije a Dominik que te dijera, pero él pensó
que era mejor que no supieras mucho sobre el asunto, después de todo tú y él
estaban en una especie de relación y él quería protegerte. ¿Ahora me entiendes
cuando te digo que mi hermano te quiere?
Se desplomo en uno de los sillones que tenía, en
este momento un buen trago le era necesario.
─ Dímelo todo Rebeca, necesito saber.
La miró, quería y necesitaba saber todo.
─ Está bien, te lo diré.
La pelinegra se sentó a un lado suyo.
─ Yo vivía con mi madre en Inglaterra, nunca nos faltó
nada, aunque tampoco teníamos tanto como aquella época lo recalcaba. Podría
decirse que éramos clase media baja, todo lo que nos ganábamos era por nuestro
trabajo.
─ ¿Quiere decir que eras humana?
─ Por supuesto, yo fui humana y una muy feliz,
hasta que lo conocí.
─ ¿Conociste?
─ A mi padre.─ hizo una leve pausa antes de
seguir.─ Mi madre era una mujer muy hermosa y a pesar de su situación económica,
había muchos que la cortejaban, pero ella siempre los rechazaba. Nunca la
entendía, hasta que una noche llegó mi supuesto padre, un padre que no había
conocido en mis 17 años.
─ No entiendo, ¿cómo esto tiene relación?
─ Todo tiene relación, pero antes de decirte lo
demás debes de saber el principio.
─ Por favor prosigue.
Le rogaría si eso le haría que ella no se callara
lo demás.
No fue necesario, Rebeca continuó.
─ Esa misma noche pude notar por primera vez como
mi madre de verdad se interesaba en un hombre. Se veía completamente diferente,
se notaba como estaba enamorada de él. Estaba feliz por ella, pero yo nunca me
sentí feliz al saber que mi padre había aparecido.
Un suspiro, aquello debería de ser difícil para
Rebeca.
─ Cenamos los tres y en toda la cena me sentía
incomoda. Podía sentir como la mirada de mi padre me penetraba, me hacía sentir
tan miedosa y desprotegida. Una vez que se acabó aquella reunión, me disculpe
con ambos y les dije que tenía sueño. Aun cuando subía las escaleras para las
habitaciones, pude sentir su mirada en mí. Me dormí una vez que llegue a mi
habitación y no supe que hora era cuando todo cambio tan drásticamente. Me despertó
un ruido, inmediatamente me incorpore, el ruido venía de abajo. Tomé una de mis
batas y salí, baje las escaleras lo más silenciosa que podía hacer.
Sus labios temblaban y sus manos estaban hechas
puños.
─ Mi madre estaba siendo violada y mi padre
estaba ahí, dejando que le hicieran todo eso. Quería gritar y ayudarle, pero
mis pies no caminaban, solo observe como la violaban hasta que él se paró. Los
quitó y fue ahí cuando no pude más, la estaba mordiendo. Lance un leve grito,
lo suficiente para ver como paraba y mi madre era tirada en el suelo. El me
miró y supe ahí que tenía que moverme, corrí hacía mi habitación, pero justo
cuando la iba a cerrar el entró.
Se levantó del sillón, dirigiéndose hacia la
ventana.
Sabía lo que ella le estaba contando y sabía como
había acabado aquello.
─ Me violo y después de ello se encargó de que
fuera su puta de él. ¿Hermoso padre el que tengo no?
Rebeca había sido sincera con él y agradecía
aquello, pero aun no entendía del todo.
─ Después de aquello, me llevó con él. Mi madre
murió aquella noche, los demás bastardos se encargaron de dejarla sin nada de
sangre. A pesar de que me había violado, no me convirtió. Llegamos a
Transilvania y una vez ahí pude saber que él era el padre de todos, tanto
Dominik como yo y otros, somos hermanos. Nuestro padre se encargaba de enamorar
a sus presas y después de ello las embarazaba y una vez que eso ocurría se iba,
dejando pasar los años hasta que de nuevo regresaba a reclamar sus hijos.
─ Lo siento mucho Rebeca.
La pobre mujer debió de haber sufrido tanto y
Stefanos se compadecía de ella.
─ Descuida, ya te dije que mi historia es más
bonita que la de Dominik y eso me recuerda que aún no te explico todo.
Se volteó, dándole la espalda a la ventana y así
fijar su mirada en la del castaño.
─ Pasaron cinco años antes de que conociera a
Dominik, para eso ya tenía veintidós y estaba más que entrenada para darle
placer a mi padre. Fue una noche como cualquiera, acababa de terminar de servir
al “gran señor” cuando lo vi, estaba tan hecho mierda y cuando digo mierda es
porque lo estaba, no es ni una milésima al Dominik que conoces Stefanos. Era
tan diferente…
─ ¿Diferente?
─ Muy diferente, tanto que sin pensarlo me
acerque a él. Su mirada triste y vacía me llamaba, me olvide por completo si
era peligroso o no, yo simplemente me acerque y lo abrace.
Dominik…
─ Después de aquello empezamos a hablar más,
aunque todo a escondidas, ya que yo era la gran querida de mi padre y se me
tenía prohibido hablar con los demás y viceversa. Pero una noche todo cambio,
alguien nos vio hablar juntos y se lo dijo a nuestro imbécil padre.
Inmediatamente nos separaron, a Dominik se lo llevaron entre varios, puesto que
él ya sabía lo que me sucedería. Me iba a convertir en su esposa y después de
ello yo sería convertida. Entre jaloneo nos separaron, yo grite su nombre, no
deseaba ser la esposa de aquel ser. Pero no se pudo hacer mucho, me encerraron
en una habitación en la cual podía escuchar como torturaban a Dominik. Así fue
por una semana hasta que llegó el gran día, aquel día cumplía veintitrés años.
Me sacaron de donde me había encerrado, ya sabía que mi destino iba a estar
sentenciado, me deje llevar, no puse resistencia. Una vez que llegamos al
destino, me metieron al cuarto, él ya estaba preparado y de un movimiento me
atrajo hacía él, me comenzó a quitar las prendas que traía y yo simplemente cerré
los ojos, ya nada me importaba.
Stefanos ahora la entendía y tan perfectamente.
─ Justo cuando me iba a quitar lo último que me
quedaba, un ruido me hizo abrir mis ojos, ahí estaba Dominik, lleno de sangre,
lastimado, pero ahí estaba. Aparto a nuestro padre de un empujón, jamás había
visto a Dominik de esa forma. Sabía que era vampiro, pero nunca había sido así,
no hasta aquella noche en la cual peleó y gano, sin embargo, en un descuido mi
padre le iba a clavar una espada, sabía que un golpe más y Dominik podría
sufrir muy grave, así que sin pensarlo me interpuse entre la espada y mi
hermano. La espada me atravesó y antes de caer al suelo, Dominik me agarró. Él me
dijo tonta, no debiste de hacer esto, yo solo le dije que estaba feliz de haber
sido su hermana. Cerré de poco a poco mis ojos hasta que sentí como me mordía, no
duró mucho, puesto que estaba casi desangrada. Lo demás que recuerdo es que me dio de su sangre y
después sentí un dolor inmenso, tanto que la atravesada de espada era como una
caricia.
─ ¿Eso quiere decir que él fue quien te
convirtió?
─ Así es, desperté dos días después. Ya había
dejado de ser humana y a mi lado tenia a Dominik. Después de aquel suceso, nos
fuimos de ahí. El jodido padre que tenemos nos dejó ir como si nada, aunque ni
Dominik ni yo le creímos y menos cuando descubrí por mi cuenta que Dominik era
su hijo heredero.
El mapa que le enseña Rebeca a Stefanos, Transilvania.



