Londres 1850
Las luces iluminaban a la gran ciudad de aquella
noche, y aunque estuviera iluminada; casi no había gente afuera, dejando a la
vista solo un carruaje muy elegante que pasaba por ahí.
Stefanos Grimm, duque y heredero a la gran
capital que poseía la familia. El ser el único hijo de Karl y Eloise Grimm,
tenía por decreto ser dueño de esto y más. Se encontraba dando su casual paseo
por aquellas calles de Londres, esto lo hacía desde el día en que sus padres
habían fallecido en ese misterioso accidente.
A partir de ahí, él había tomado el mando y por
supuesto, muchas personas querían verlo igual muerto que sus padres. Sus
pensamientos fueron interrumpidos por el leve zarandeo que dio el carruaje.
− Joel, ¿qué ha sido eso?
Pasaron unos minutos y el cochero seguía sin
contestar.
− ¿Joel? – nada, ni una respuesta.
Stefanos comenzaba a sentir un mal
presentimiento, el carruaje tomaba un rumbo distinto y Joel no había respondido
a su llamado. Tratando de guardar la calma, empezó a idear diferentes formas de
salir de ahí.
−Yo que tu no lo haría, niño bonito.
Buscando de donde provenía la voz, se topó con
una hermosa mujer la cual traía un vestido que dejaba un escote a la
imaginación; lo observaba, viendo cada detalle de él.
− ¿Quién eres? – contestó,
observándola.
− Digamos, que solo
soy alguien que te llevara a tu destino. – sonrío, mostrando unos ligeros
colmillos sobresaliéndole.
Sorprendido ante lo
que veía, decidió no decir más.
Pasado unos cuantos minutos, llegaron a su
destino. Se dio cuenta que estaban a las afueras de la ciudad. Muy lejos de
pedir ayuda alguna.
Entraron a un edificio, la mujer lo guiaba por
los ligeros pasillos iluminados; haciendo que el lugar tuviera un aire
misterioso.
Se detuvieron ante una puerta.
− Hasta aquí llego contigo niño bonito. De verdad
que espero ver tu despertar.
Dicho esto, la mujer se fue con su sonrisa aun en
el rostro pálido.
Desconcertado, toco la puerta.
− Adelante.
Entro con un ligero nerviosismo. Encontrándose
solo, lo cual le sorprendió.
− ¿Me buscabas?
Sobresaltándose, choco con un hombre de tez
blanca y ojos negros.
− Yo…
No termino de hablar, puesto que aquel
desconocido tenía su boca encima de la de él; besándolo con una pasión que él
jamás había experimentado.
Sintió como aquel hombre lo iba tocando,
acercando su cuerpo aún más a el de él.
Con una sonrisa en sus labios, el desconocido
dejó de besarlo.
− Perfecto, estas más que listo.
Stefanos, aun con el calor de aquel beso; toma un
poco de aire antes de hablar.
− Me puedes decir, ¿qué fue eso y quien coño eres
tú?
− Vaya, ¿esa es la forma de hablarle a tu futuro
amo? Me temo que tendré que educarte más. – sin dejar de sonreír, se sentó en
una de las sillas de aquella habitación.
− Me llamo Dominik Roch y por supuesto que no
tienes idea de quién soy. Pero eso se puede arreglar. – se fijó en como la
mirara de aquel hombre tomó una forma provocativa, pasando su lengua por los
labios rojos que tenía.
− ¿Amo? De que estas hablando. – nervioso, ante
lo que vaya a responder el contrario, lentamente va caminando hacia atrás,
hasta topar con la puerta.
Sin tiempo de que Stefanos pudiera escapar,
Dominik lo toma; arrojándolo a la cama para que con un solo movimiento las
manos del humano se encontrarán amarradas al ras de uno de los barrotes de la
cama. Dejándolo a su total merced.
Stefanos aún estaba confundido, de pasar casi a
escapar. Estaba ahora amarrado, quedando tan sumiso para ese hombre que se
hacía llamar su amo.
Levanto su vista al desconocido de ojos negros,
viendo como lentamente se acercaba a él.
Por primera vez, tenía miedo a lo
desconocido. Sabía que nada bueno había ahí, temiendo lo peor.
−Vaya, si hubiera sabido que amarrándote te
dejarías. Nos hubiéramos ahorrado demasiado tiempo.
Llego hasta donde se encontraba él, subiendo a la
cama para quedar justamente arriba de él.
− Dime, Stefanos. ¿Alguna vez te han tocado aquí?
– con un ligero movimiento, su mano llego hasta la entrepierna del humano.
Sobresaltándose por la intrusión de aquella mano
en su intimidad, comenzó a forcejear.
Jamás lo habían tocado y mucho menos un
hombre, si es que era eso Dominik.
− Tranquilo, déjate llevar. Prometo ser amable. –
le susurró en su oído, mientras que con sus manos buscaba quitarle el pantalón.
Dominik sabía que esa sería la primera vez del
castaño y eso le provocaba unas enormes ganas de devorarlo. Stefanos era su
tipo; con rasgos delicados, ojos cafés, piel suave y un cuerpo que aguantaría
toda la clase de cosas que tenía planeado para él. En conclusión, el amante
perfecto.
Lo convertiría, normalmente el solo tenía sexo
con sus víctimas y después de ello tomaba su sangre hasta dejarlas muertas.
Pero, llevaba tiempo solo y al momento que lo había visto por primera vez; supo
que tenía que ser suyo por completo.
Le quito la ropa de una forma rápida, la cual
ocasiono que se rompieran algunas prendas. Cosa que no le importo, total. El
castaño se la pasaría satisfaciéndolo y entre menos ropa que le cubriera, mejor
para él.
Dejándolo desnudo, observo con detalle su cuerpo
perfecto. Observando que su miembro ya estaba totalmente listo y preparado.
−Excelente. − se dijo a sí mismo.
Stefanos, estaba con la vergüenza y orgullo por
los pies. Iba a ser violado por un vampiro, el cual apenas tenía como quince
minutos que conocía. Pero lo peor era que su cuerpo reaccionaba ante lo que le
hacia él.
Sintió como esas manos frías, iban tocándolo.
Arrebatándole gemidos leves. Dios mío, estaba comenzando a sentirse excitado
por aquel desconocido. Sin poder seguir pensando, aquel hombre había tomado su
libido para introducirlo a su boca.
Dominik, reía por dentro; notaba cada reacción
del contrario y eso lo ponía aún más deseoso. Con el miembro del castaño en su
boca, comenzó a pasar su lengua, y con uno de sus dedos; lo introdujo en el
pequeño agujero de atrás. Haciendo que comenzara a gemir.
Retiro su boca de aquella parte intima del menor,
posicionando las piernas de este en su hombro. Cuanto placer le daría, antes de
otorgarle la inmortalidad.
El castaño sabía lo que vendría, estuvo a un paso
de correrse en la boca de aquel vampiro. Ni siquiera se había percatado de
aquellos dedos que introdujo en él. Cosa que lo volvió loco.
Se fijó como sus piernas iban a dar a los hombros
del contrario, haciendo que estuviera aún más abierto y por supuesto dejándole
una hermosa vista de todo lo que alguna vez había guardado para su futura
esposa; cosa que jamás ocurriría.
El vampiro se quitó los estorbosos pantalones que
traía puestos, dejando al descubierto un miembro listo para continuar con lo
que se disponía. Sin dejar de perder el tiempo, lo embistió.
Una embestida, dos y así hasta hacer que aquel
humano se corriera. Sin embargo aún no terminaba. Siguió embistiéndolo, esta
vez lo hizo mucho más rápido. Sabía que lo dejaría adolorido, pero el sexo
amable no era su tipo.
Sacando los colmillos por el gran deseo que ya se
le avecinaba, inclino su cabeza en busca del cuello y así probar su sangre.
Stefanos sintió un dolor que en seguida fue
remplazado por el placer. A pesar de que se estaba alimentando de él, le
producía un enorme grado de deseo; cosa que el vampiro se dio cuenta, ya que lo
embistió aún más.
Sin embargo, comenzaba a ver borroso.
Así sería su final, violado, desangrado y
sirviendo de alimento para él.
Cerró sus ojos, dispuesto a morir y encontrarse
con su familia muy próximamente.
Dominik paro justo en el momento exacto, ya
notaba que el castaño casi no respiraba. Si continuaba lo mataría y eso no era
parte del plan.
Mordió una de sus muñecas e inmediatamente broto
sangre de ellas. Condujo esta hasta la boca del menor.
− Bebe. – le ordenó.
Stefanos sin saber cómo; obedeció y bebió de
aquella sangre.
Pasado unos segundo, el vampiro retiro su muñeca.
Aun tenia cerrado sus ojos el castaño. Sabía que en este momento el pasaba por
la transición. Aquella con la cual le diría adiós a su humanidad.
Retiro su miembro y cogió sus pantalones. Una vez
puestos, retiro los amarres de las manos del joven y se dispuso a salir de la
habitación.
Dejándolo solo y completamente desnudo. Su
trabajo estaba hecho, solo era cuestión de esperar su despertar.
Stefanos, quería gritar. Sin embargo de su boca
no salía nada. El dolor que estaba pasando era un infierno; preferiría morir
que estar sintiendo como su cuerpo comenzaba a hormiguear y con ello a arder.
No supo en qué momento se dejó llevar por el
dolor, lo que si sabía es que cuando despertase, sería un vampiro; uno igual al
que le arrebato todo su futuro y vida…
Aproximado de como me imagino que es Stefanos uvu

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